martes, 19 de junio de 2012

En el agún lado, seguro, alguien se está fumando un porro y piensa en la inmensidad de su destino. Cuando empiezan los meses fríos me la paso en mi casa, apago el teléfono y salgo poco. Evito tener conversaciones en la calle e invito a pocos amigos a mi casa. Intento mirar televisión pero no me gusta y termino haciendo cualquier otra cosa. Cualquier otra cosa que no represente demasiado esfuerzo. A veces cuesta tanto todo. A veces siento que una pereza desbordada me come entero, me engulle y me traga. Me traga y caigo por siempre adentro de su gargante. Una caida interminable, siempre cayendo, cayendo adentro de una agrganta. En la pereza, mi tema con la pereza. Siempre me pasa lo mismo, me pongo a releer los libros que más me gustaban cuando no estaba en pareja, cuando no estaba con nadie. 
Me pongo a pensar en todo lo que nos pasó. Todo lo que nos pasó a nosotros, a nosotros todos.  Las cosas nos van pasando y se va tejiendo una red, una red de hilos que nos atraviesan y nos unen. Hilos que van recorriendo las habitaciones y atraviesan las paredes, llegan hasta la calle y bajan hasta la avenida y ahí siguen hasta que se pierden a lo lejos.
-¿En qué crees vos? - le pregunté.
- En mis viejos. Y en los recuedos de cuando era pibe-. Me miró sosteniendo el vaso de cerveza con las piernas. 
-Yo creo en los libros que más me gustan- le dije apoyándome contra el respaldo de la silla de madera que hace ruido- y en los videos de youtube que miro siempre.
Salgo a la calle, le doy mecha al finito que armé antes de salir, le doy play a esa canción re copetuda que escuché toda la mañana y camino, camino sin apuro y miro a los tipos que pasan en auto. Los miro a los ojos, no sé bien por qué, es como si quisiera ver si alguno para y me dice vamos a coger, yo pago el telo. 
Camino por la diagonal, bajo hasta cuatro y le meto derecho. Qué lindo que se puso el día y qué rico es el olor a facturas que sale de una panadería o el olor a shampoo que se escapa de las peluquerías del barrio y te sigue, por lo menos, más de media cuadra.
Siempre paso por el ejército de salvación y por una casa de fuegos pirotécnicos. Nunca pensé que existiera un negocio de juegos pirotécnicos tan cerca de mi casa, no sé. Para mí era algo que pasaba en las películas o en los dibujitos, algo que veía en la tele de pibe. Cuando era chico los cohetes se compraban en los puestos que se armaban en las plazas o en la peatonal, y solamente en épocas de fiestas. Un local que parece un autoservicio pero que vende cohetes, petardos y fuegos artificiales me parece todavía increíble.
Qué loco es viajar, tomarse un bondi y viajar, subir a la autopista, irse, dejarse ir, sobre todo.
   

1 comentario:

  1. que lindo Emma, leerte me recuerda a tantas cosas que hacia de chica, pero me deprimo por que no puedo hacerlas mas.

    ResponderEliminar