viernes, 4 de junio de 2010

Hace algunas noches leía un poema de Cecilia Pavón que se llama bicicleta robada secuestrada. Cómo me gusta cuando la gente habla sobre bicicletas, sobre sus bicicletas, sobre las bicicletas de otros. De cómo son ciertas zonas de la ciudad para andar en bicicleta. De cómo quieren que sea una hipotética bicicleta que aún no han montado. Los relatos sobre los robos de bicicletas siempre son de una variedad tremenda, dependiendo de quién los cuente, pero siempre es una situación muy intensa para el que la vive. La situación compleja de ir a visitar a alguien. No animarse a dejarla encadenada afuera. Pedir entrar la bicicleta. Intentar acomodarla dentro de un pequeño departamento, o en un balcón o en un pasillo o en una escalera. Me encanta escuchar hablar de caños, llantas, rayos, rodados, pedales, cadenas. Adoro cuando alguien dice "voy cambiando cada vez a rodado más chico". O cuando todos quieren comprar una bicicleta inglesa, cuando yo ni siquiera la identifico. Imagino un personaje que desea comprar una bicicleta, pero ni él conoce cuál es la que quiere. Recorre infinidad de negocios, se interna en enormes acumulaciones de bicicletas intentando hallar una de su agrado. La imagen me parece en este momento bellísima. Se me viene a la mente De Sica y sus ladrones. Yo no tengo bicicleta.

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