viernes, 28 de mayo de 2010

La joven literatura argentina y sus prolíficos autores me han acercado de una manera muy particular a Buenos Aires. A la configuración contemporanea de Buenos Aires como tiempo-espacio. A entender, o al menos intentar dilucidar un poco, qué es lo que hay ocurriendo ahí (como si eso fuera posible ¿no?). También alguna referencia fílmica puede haber. Rapado, sin duda. En menor medida, Silvia Prieto. No es casual. Digo, la interconexión literaria es notoria. Obvia, diría. Vuelvo a estos textos una y otra vez, con mucho placer. Pero es todo muy reciente. Algunos meses nada más. Hoy caminaba por Santa fe, antes anduve por Retiro. El trazado vertical de los edificios, a su vez superpuestos éstos entre ellos y en relación a otros, que se conectan con otros tantos y tantos otros, me dejaron sin aliento. Hay algo en estos autores jóvenes, clase media porteña, todos. Algunos ni siquiera argentinos, o del interior. Pero porteños por adopción, y eso es innegable. Está plasmado en sus textos, en sus relatos, en sus novelas, en sus poemas, en sus reflexiones. Angustias clasemedieras delimitadas por una geografía bien definida. Adentrándonos un poquito todo se vuelve polisemia polisemia polisemia. Pero esto tiene que ver conmigo, realmente. Creo que he tomado una experiencia de la literatura y la he hecho mia. Como si me hubiera colocaro un gran disfraz. Una enorme piel de oso. Me la eché encima y ahora camino con ella. Recorro una construcción urbana y miro desde el disfraz. Tal vez me crea oso realmente. Aunque sé que no. Eso nunca va a ocurrir. Pero el disfraz me gusta. Un disfraz construido con las palabras de otros, que me confeccionaron otros (sin saberlo). La idea me parece preciosa. Pero ya estoy delirando. Esta articulación literatura-cine-buenos-aires-sueño-trabajo-vida-cotidiana-mates-micro-trenes-taxis-avenidas-esperas me gusta. Me voy a leer otro rato.

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