domingo, 30 de mayo de 2010

Lo único que hay en mi cabeza en este momento es un "me gustás". Tan infantil, tan insignificante hasta como pensamiento si uno lo analiza detenidamente. Pero ¿por qué no lo siento tan insignificante? Y me siento cobarde. Terriblemente cobarde. Aproveché la distancia para poder usarla, llegado el momento, como excusa. Tal vez eso te desencante de mí. Uno desearía que las cosas fueran más sencillas. Que te pueda decir: "loco, me encantás", y acto seguido, pasáramos la noche juntos sin importarnos mucho qué suceda después. Total, sabrías lo que me pasa y me corresponderías y ya está, existiría ese alivio. Pero todo es intrincado, en cambio. Y cada vez se aleja más la posibilidad de que algo pase (de nuevo). Y escribo acá para dejar una señal esquiva, por no haber tenido el coraje de escribirte hoy y decirte, al menos, que pienso en vos. Siento ganas de romper todo, pero no lo hago. Una imposibilidad inacabable tengo por designio, pienso. Un día de estos te voy a sorprender, y tal vez cause en vos el espanto, me temo.

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